Cuando Haces Ídolos, Terminas como Ellos






“Y los que hacen ídolos son iguales a ellos, como también todos los que confían en ellos” (Salmos 115:8 NTV).


Todos confiamos en lago. Nosotros también podemos convertir buenas cosas – como nuestros matrimonios, nuestras familias, o aún nuestros ministerios en la iglesia – en nuestros ídolos.


Pero confiar en otras cosas en vez de en Dios, puede tener efectos devastadores en nuestras vidas. Si nosotros pensamos que la persona con la que estamos o lo que hacemos nos va a llenar completamente, nos estamos preparando para una profunda decepción. La Biblia nos recuerda esto en Jeremías cuando Él dice, “Los artesanos quedan deshonrados por los ídolos que hacen” (Jeremías 10:14 NTV).


Pero lo hacemos todo el tiempo con nuestras carreras, relaciones y cuentas bancarias. Actuamos como si todas esas cosas creadas nos dieran el significado de la vida.


Y cuando hacemos eso, sólo nos estamos dirigiendo hacia el fracaso. La Biblia dice, “El pobre iluso se alimenta de cenizas; confía en algo que no puede ayudarlo en absoluto. Sin embargo, no es capaz de preguntarse: «Este ídolo que tengo en la mano, ¿no será una mentira?»” (Isaías 44:20 NTV)


Oh sí, esos ídolos son mentira. Tristemente, los ídolos no terminan una vez que nos decepcionaron, sino que, ¡eventualmente nos esclavizan también!


La Biblia dice, “Y los que hacen ídolos son iguales a ellos, como también todos los que confían en ellos”. Salmos 115:8 (NTV). Te conviertes en lo que más atesoras en la vida. Si atesoras el dinero, tarde o temprano te convertirás en materialista. Si atesoras el placer, eventualmente serás hedonista. Si atesoras las buenas obras, te convertirás en un pragmático. Si atesoras más que a todo a Cristo Jesús, te convertirás en un cristiano.


Así que, si poner cualquier cosa en primer lugar en nuestras vidas nos desvía, ¿por qué lo hacemos?


Queremos a un dios que podamos controlar. Queremos dominarlo. Si convertimos al dinero en nuestro dios, sentimos como que lo podemos controlar. Si convertimos a otras personas en nuestros dioses, nos disponemos a controlarlos, y eso nos hace sentir bien.




Pero no podemos controlar a Dios. Él dice, “No me reduzcas. No intentes hacerme encajar en tu estilo de vida. No intentes controlarme”




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